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martes, 28 de enero de 2014

Familias Jóvenes Adolescentes: antecedentes para su reconocimiento como conformación familiar diferenciada


En Chile existe escaso conocimiento sobre la maternidad y paternidad en la  juventud y adolescencia,  menos aún sobre los arreglos familiares que se conforman en dicha etapa de la vida. (Palma, 2009).
Recientemente, un estudio de caso efectuado por Julieta Palma (2009) nos aporta información estadística descriptiva de las familias con jefe de núcleo mayor a 29 años. Basándose en la Encuesta CASEN, se obtuvo que de los 5.312.894 núcleos familiares que existían en Chile, un 13, 9 % de la población tiene como jefe de núcleo a una persona menor a 30 años, cifra que corresponde a 736.058 núcleos, los cuales integran a 1.856.287 personas. La distribución por edades al interior de las familias jóvenes muestra que un 8,5% de ellas corresponde a núcleos adolescentes: 62.713 núcleos (Palma, 2009:24). En su conjunto, los núcleos jóvenes están integrados por cerca de 1.850.000 personas contabilizando a todos sus miembros, lo que corresponde a cerca de un 12% de la población chilena. 
Sin embargo para efectos de la CASEN, estos grupos familiares son invisibilizados, pues la unidad de análisis es el hogar. Al respecto es importante la distinción de hogar y familia para los análisis de familia, pues “en estas condiciones, las responsabilidades y obligaciones familiares pueden  estar a cargo de miembros que no comparten el hogar. También el amor y el cuidado pueden ser ofrecidos y recibidos sin convivencia cotidiana. Sólo un enfoque en que se privilegien las transiciones y los procesos puede dar cuenta de esta dinámica familiar particular” (Jelin, 2005 en Arriagada, 2007).

La familia ha cambiado. Procesos propios de la modernización han llevado a una destradicionalización de las tipologías familiares. No obstante, aún hay cambios que no han sido reconocidos.
Los sistemas familiares no cambian por sí mismos, sino que lo hacen como resultado de otros cambios económicos, sociales y culturales que modifican o alteran las normas establecidas sobre deberes y derechos, así como de poderes y dependencias intrafamiliares (Urzúa, 2008)
Familia nuclear biparental” o “Familia monoparental”, “Familia extensa” y “Familia reconstituida”, son algunas de las tipologías de familia, establecidas desde la perspectiva tradicional para diferenciar las diversas composiciones de grupos familiares que se han ido conformando en la sociedad.
Estas formas de familia, según nos hacen conocer diferentes investigaciones históricas, se habrían desarrollado, más bien, en una época relativamente tardía, en parte bajo la influencia del cristianismo y fundamentalmente con el paso de la sociedad preindustrial a una sociedad industrial, con la transformación que experimenta la familia como comunidad económica y de trabajo, con el ascenso de la burguesía en los siglos XVIII y XIX" (Beck-Gernsheim, 2003).
Estas tipologías tradicionales de familia dan cuenta de la diferenciación que existe al interior del sistema familiar, sin embargo la familia continúa inmersa en procesos de cambios, propios del dinamismo de la modernidad, por ende estas tipologías se tornan insuficientes para incluir a la diversidad de conformaciones familiares.
Para comprender la realidad de las familias y de sus miembros, es necesario descubrir las explicaciones basadas en la interacción, representaciones e historias de los miembros, como las explicaciones basadas en las relaciones del grupo familiar con el entorno.
Las transformaciones que la modernidad y modernización han introducido tanto en las identidades sociales, como en ámbito productivo y demográfico, han repercutido de forma gradual en las tres dimensiones clásicas de la familia: la sexualidad, la procreación y la convivencia. (Jelin, 2008 citado por CEPAL, 2004). En palabras de Tironi, la familia chilena “está  viva”: la familia es una institución social viva, y por lo tanto, hay que entenderla en constante construcción, tanto en términos sociales, como en términos de la vida diaria de la persona.

En este “abanico de variantes”, la Familia Joven Adolescente ha sido invisibilizada como una configuración familiar, particular y diferenciada. Si bien se ha derrocado la tipología tradicional, existe un grupo familiar no reconocido como tal desde su condición de familia: la denominada “familia joven adolescente”, por cuanto quienes encabezan su núcleo familiar son jóvenes en etapa de adolescencia, aquella que comprende 15 a 19 años de edad (10 – 14 adolescencia temprana; 15 a 19 adolescencia tardía, UNICEF, 2011). 
Exceptuando algunos trabajos recientes sobre jóvenes escolarizados (ver Molina, Marta; Ferrada, Cristina; Pérez, Ruth; Cid, Luis; Casanueva, Víctor  y García, Apolinaria (2004);  Olavarría, José; Palma, Julieta; Donoso, Alina y Valdés, Teresa (2006)  y estadísticas vitales sobre maternidad y fecundidad adolescente, no se dispone de información respecto a este grupo de la población, que permita conocer sus características, vulnerabilidades y potencialidades. En este sentido, cabe destacar que el objeto de estos estudios ha sostenido una fragmentación de la realidad, en tanto se estudia prioritariamente a la mujer adolescente, marginando así el estudio desde su condición de familias.

En este contexto, la adolescencia supone un particularidad desde el ámbito biológico, psicosocial, afectivo, educativo y cultural. Las familias adolescentes y jóvenes se estructuran de forma diferente al conjunto de familias del país.
Un primer elemento que las distingue, es la etapa vital en que se encuentran quienes las encabezan.  Tradicionalmente, se identificó a la juventud como una fase de transición entre dos etapas: la niñez y la adultez. Desde la perspectiva del desarrollo biopsicosocial, el inicio de la juventud se asocia a la pubertad y la adolescencia, con todos los cambios psicológicos y hormonales que dicho proceso conlleva, como la identificación sexual y el desarrollo de las características sexuales primarias y secundarias, la búsqueda de autonomía e independencia, el cambio de la importancia en los grupos de referencia, el diseño de proyectos personales de  vida, entre otros rasgos definitorios (CEPAL, 2004).
El límite entre juventud y adultez se ha asociado al inicio de la vida laboral, la conformación de una nueva familia y el rol de padre o madre (CEPAL, 2004). No se puede hablar de una juventud homogénea, sino de una etapa en que sus integrantes viven un proceso de cambio, en cuyo desarrollo se suceden etapas diferenciadas en cuanto a las principales actividades que realizan (estudio versus trabajo) , su grado de independencia y autonomía (económica y afectiva) y al rol que ocupan en la estructura familiar (hijo, jefe de hogar o cónyuge). Es una etapa en la cual varios e importantes procesos tienen lugar. La juventud tiene que ver con el período  que media entre, por un lado, la educación formal bajo tutela del hogar de origen y,  por otro lado, la integración al mundo del trabajo y la formación de una familia propia (Cousiño, 1997 en INJUV, 2012)
El informe sobre el Desarrollo Mundial 2007 señala que los jóvenes están atravesando cinco procesos de transición, en las áreas de: estudios, trabajo, estilos de vida saludable, constitución de familia y ejercicio de los derechos cívicos.
Los y las jóvenes latinoamericanos y caribeños enfrentan una realidad compleja y llena de desafíos, sobre todo en lo que se refiere a educación, trabajo y demás derechos sociales no garantizados. Estos indicadores de condición juvenil permiten situar a los jóvenes en contextos diversos que enmarcan sus deseos, prácticas, búsquedas, esfuerzos y retos. (Reis&Tejeda, 2008:15)
En relación a la maternidad y paternidad durante la juventud, esta se distribuye desigualmente en la sociedad, concentrándose en las mujeres y en los segmentos más vulnerables. Por una parte, se aprecia que las mujeres son quienes han debido enfrentar la maternidad más tempranamente que los hombres; y por otra, son las y los jóvenes de nivel socioeconómico bajo y medio quienes experimentan en mayor proporción la maternidad/ paternidad (INJUV, 2013). Esto impacta y diferencia las trayectorias individuales de quienes viven dichas situaciones, dificultando el alcance de niveles educacionales que les permitan mejores oportunidades de inserción laboral.
Por lo tanto, la jefatura femenina tiene una incidencia importante entre las familias jóvenes adolescentes. Pero es en el grupo de familias adolescentes (cuyo jefe/a es menor de 20 años) donde existe un mayor peso de éstas: nos encontramos con un 73,9% de los núcleos que tienen a una mujer como jefa de familia. En el caso de los núcleos adolescentes la realidad predominante es la monoparentalidad (59,7%), problemática fuertemente asociada a la deserción escolar y a la pobreza. Estas muestran un peso mayor a medida que los ingresos de las familias son menores. Una situación algo distinta se aprecia en el caso de las familias jóvenes biparentales con hijos (modelo de familia tradicional), las que encuentran su mayor peso en los quintiles de ingresos medio-bajo (quintil II) y medio (quintil III), con un 40% del total de familias de cada quintil (Palma, 2009).
Siguiendo en lo socioeconómico, el grado de autonomía de las familias adolescentes y jóvenes esta dado principalmente por el nivel de ingresos que ellas poseen. Sólo un tercio de las familias pertenecientes al quintil más pobre de la población pueden ser definidas como hogares jóvenes adolescentes autónomos.  (Palma, 2009)
Otro aspecto importante, es la caracterización de las familias adolescentes y jóvenes, desde su estado civil o conyugal del jefe/a de núcleo: destaca una gran mayoría de jefes/as solteros (46,6%%), seguida de una tercera parte de los casos que convive con una pareja. Las personas casadas, representan menos del 20% de los casos. (Palma, 2009). Este es un elemento central en el análisis de la familia joven adolescente, las que se caracterizan cada vez más por el aumento de la soltería y de las relaciones menos formalizadas en la institución del matrimonio. Por lo que se refiere al estado civil, casi la totalidad de este segmento se declara soltero. Asimismo, el 94% de las y los jóvenes pertenecientes a este tramo de edad vive en su hogar de origen, manteniéndose de esta forma la tendencia observadas en años anteriores. (INJUV, 2012)
Desde su integración al sistema educacional se observan problemáticas como la deserción escolar y el acceso a la educación superior. La deserción escolar se asocia principalmente con el nivel de pobreza de las familias, no obstante se asume que en ella también concurren factores de expulsión del sistema educacional (inadecuación de la oferta educativa) y de atracción de otros campos (necesidades sociales y de trabajo) (UNICEF, 2000 en Palma, 2009). En relación al mercado laboral se observa una precarización de la situación de las familias encabezadas por una mujer, especialmente de entre en los sectores más pobres de la población.
La relación entre estudiar y trabajar presenta varias combinaciones. Del total de jóvenes, el 33% solamente estudia. El 10% del total realiza ambas actividades, al que se agrega el 5% que estudia y busca trabajo. Es decir, se estiman 645 mil estudiantes económicamente activos. Complementariamente, el 30% de las y los jóvenes sólo trabaja. Dentro de ese grupo, hay diversidad de situaciones según el nivel y completitud de los estudios previos. (INJUV, 2012)
Estas particularidades caracterizarán, a su vez, los elementos conceptuales, los significados y valoraciones que éstos tengan acerca de sí mismos y de familia. De este modo es necesario considerar e incorporar la opinión de la población joven, que tienen ideas y conceptos propios respecto de sí mismos, de sus vidas y de la familia.

Recientemente el Gobierno de Chile, mediante el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, MINVU, anunció el lanzamiento de una iniciativa habitacional destinada a familias jóvenes. La iniciativa denominada “Chao suegra” consiste en un subsidio al que pueden postular familias que contenga al menos 2 integrantes, parejas solteras, mamá e hijo, papá e hijo, entre otros, haciendo una declaración de núcleo familiar. No obstante, la visibilización y reconocimiento de las Familias Jóvenes constituye aún un desafío para las políticas públicas. Los esfuerzos pendientes se orientan a una validación de las potencialidades y vulnerabilidades de las familias cuyos núcleos son encabezados por jóvenes chilenos, en el contexto social, económico y cultural del Chile actual.  


Sibia Salazar Cerna 
Trabajadora Social /
Integrante de JxQ