En
Chile existe escaso conocimiento sobre la maternidad y paternidad en la juventud y adolescencia, menos aún sobre los arreglos familiares que
se conforman en dicha etapa de la vida. (Palma, 2009).
Recientemente,
un estudio de caso efectuado por Julieta Palma (2009) nos aporta información
estadística descriptiva de las familias con jefe de núcleo mayor a 29 años.
Basándose en la Encuesta CASEN, se obtuvo que de los 5.312.894 núcleos
familiares que existían en Chile, un 13,
9 % de la población tiene como jefe de núcleo a una persona menor a 30
años, cifra que corresponde a 736.058 núcleos, los cuales integran a 1.856.287
personas. La distribución por edades al interior de las familias jóvenes
muestra que un 8,5% de ellas
corresponde a núcleos adolescentes:
62.713 núcleos (Palma, 2009:24). En su conjunto, los núcleos jóvenes están
integrados por cerca de 1.850.000 personas contabilizando a todos sus miembros,
lo que corresponde a cerca de un 12% de la población chilena.
Sin
embargo para efectos de la CASEN, estos grupos familiares son invisibilizados,
pues la unidad de análisis es el hogar. Al respecto es importante la distinción
de hogar y familia para los análisis de familia, pues “en estas condiciones,
las responsabilidades y obligaciones familiares pueden estar a cargo de miembros que no comparten el
hogar. También el amor y el cuidado pueden ser ofrecidos y recibidos sin
convivencia cotidiana. Sólo un enfoque en que se privilegien las transiciones y
los procesos puede dar cuenta de esta dinámica familiar particular” (Jelin,
2005 en Arriagada, 2007).
La familia ha cambiado. Procesos
propios de la modernización han llevado a una destradicionalización de las
tipologías familiares. No obstante, aún hay cambios que no han sido reconocidos.
Los
sistemas familiares no cambian por sí mismos, sino que lo hacen como resultado
de otros cambios económicos, sociales y culturales que modifican o alteran las
normas establecidas sobre deberes y derechos, así como de poderes y
dependencias intrafamiliares (Urzúa, 2008)
“Familia nuclear biparental” o “Familia
monoparental”, “Familia extensa” y “Familia reconstituida”, son algunas de
las tipologías de familia, establecidas desde la perspectiva tradicional para
diferenciar las diversas composiciones de grupos familiares que se han ido
conformando en la sociedad.
Estas
formas de familia, según nos hacen conocer diferentes investigaciones
históricas, se habrían desarrollado, más bien, en una época relativamente
tardía, en parte bajo la influencia del cristianismo y fundamentalmente con el
paso de la sociedad preindustrial a una sociedad industrial, con la
transformación que experimenta la familia como comunidad económica y de
trabajo, con el ascenso de la burguesía en los siglos XVIII y XIX"
(Beck-Gernsheim, 2003).
Estas
tipologías tradicionales de familia dan cuenta de la diferenciación que existe
al interior del sistema familiar, sin embargo la familia continúa inmersa en
procesos de cambios, propios del dinamismo de la modernidad, por ende estas
tipologías se tornan insuficientes para incluir a la diversidad de
conformaciones familiares.
Para
comprender la realidad de las familias y de sus miembros, es necesario
descubrir las explicaciones basadas en la interacción, representaciones e
historias de los miembros, como las explicaciones basadas en las relaciones del
grupo familiar con el entorno.
Las
transformaciones que la modernidad y modernización han introducido tanto en las
identidades sociales, como en ámbito productivo y demográfico, han repercutido
de forma gradual en las tres dimensiones clásicas de la familia: la sexualidad,
la procreación y la convivencia. (Jelin, 2008 citado por CEPAL, 2004). En
palabras de Tironi, la familia chilena “está viva”: la familia es una institución
social viva, y por lo tanto, hay que entenderla en constante construcción,
tanto en términos sociales, como en términos de la vida diaria de la persona.
En este “abanico de variantes”, la Familia Joven Adolescente
ha sido invisibilizada como una configuración familiar, particular y
diferenciada. Si bien se ha derrocado la tipología tradicional, existe un grupo
familiar no reconocido como tal desde su condición de familia: la denominada
“familia joven adolescente”, por cuanto quienes encabezan su núcleo familiar
son jóvenes en etapa de adolescencia, aquella que comprende 15 a 19 años de
edad (10 – 14 adolescencia temprana; 15 a 19 adolescencia tardía, UNICEF, 2011).
Exceptuando algunos trabajos recientes sobre jóvenes escolarizados (ver Molina, Marta; Ferrada, Cristina; Pérez, Ruth; Cid, Luis; Casanueva, Víctor y García, Apolinaria (2004); Olavarría, José; Palma, Julieta; Donoso, Alina y Valdés, Teresa (2006) y estadísticas vitales sobre maternidad y fecundidad adolescente, no se dispone de información respecto a este grupo de la población, que permita conocer sus características, vulnerabilidades y potencialidades. En este sentido, cabe destacar que el objeto de estos estudios ha sostenido una fragmentación de la realidad, en tanto se estudia prioritariamente a la mujer adolescente, marginando así el estudio desde su condición de familias.
En este contexto, la adolescencia supone un particularidad desde el
ámbito biológico, psicosocial, afectivo, educativo y cultural. Las familias
adolescentes y jóvenes se estructuran de forma diferente al conjunto de
familias del país.
Un
primer elemento que las distingue, es la etapa vital en que se encuentran
quienes las encabezan. Tradicionalmente,
se identificó a la juventud como una fase de transición entre dos etapas: la
niñez y la adultez. Desde la perspectiva del desarrollo biopsicosocial, el
inicio de la juventud se asocia a la pubertad y la adolescencia, con todos los
cambios psicológicos y hormonales que dicho proceso conlleva, como la
identificación sexual y el desarrollo de las características sexuales primarias
y secundarias, la búsqueda de autonomía e independencia, el cambio de la
importancia en los grupos de referencia, el diseño de proyectos personales de vida, entre otros rasgos definitorios (CEPAL,
2004).
El
límite entre juventud y adultez se ha asociado al inicio de la vida laboral, la
conformación de una nueva familia y el rol de padre o madre (CEPAL, 2004). No
se puede hablar de una juventud homogénea, sino de una etapa en que sus
integrantes viven un proceso de cambio, en cuyo desarrollo se suceden etapas
diferenciadas en cuanto a las principales actividades que realizan (estudio
versus trabajo) , su grado de independencia y autonomía (económica y afectiva)
y al rol que ocupan en la estructura familiar (hijo, jefe de hogar o cónyuge).
Es una etapa en la cual varios e importantes procesos tienen lugar. La juventud
tiene que ver con el período que media
entre, por un lado, la educación formal bajo tutela del hogar de origen y, por otro lado, la integración al mundo del
trabajo y la formación de una familia propia (Cousiño, 1997 en INJUV, 2012)
El
informe sobre el Desarrollo Mundial 2007 señala que los jóvenes están
atravesando cinco procesos de transición, en las áreas de: estudios, trabajo,
estilos de vida saludable, constitución de familia y ejercicio de los derechos
cívicos.
Los
y las jóvenes latinoamericanos y caribeños enfrentan una realidad compleja y
llena de desafíos, sobre todo en lo que se refiere a educación, trabajo y demás
derechos sociales no garantizados. Estos indicadores de condición juvenil
permiten situar a los jóvenes en contextos diversos que enmarcan sus deseos,
prácticas, búsquedas, esfuerzos y retos. (Reis&Tejeda, 2008:15)
En
relación a la maternidad y paternidad durante la juventud, esta se distribuye
desigualmente en la sociedad, concentrándose en las mujeres y en los segmentos
más vulnerables. Por una parte, se aprecia que las mujeres son quienes han
debido enfrentar la maternidad más tempranamente que los hombres; y por otra,
son las y los jóvenes de nivel socioeconómico bajo y medio quienes experimentan
en mayor proporción la maternidad/ paternidad (INJUV, 2013). Esto impacta y
diferencia las trayectorias individuales de quienes viven dichas situaciones,
dificultando el alcance de niveles educacionales que les permitan mejores
oportunidades de inserción laboral.
Por
lo tanto, la jefatura femenina tiene una incidencia importante entre las
familias jóvenes adolescentes. Pero es en el grupo de familias adolescentes
(cuyo jefe/a es menor de 20 años) donde existe un mayor peso de éstas: nos
encontramos con un 73,9% de los núcleos que tienen a una mujer como jefa de
familia. En el caso de los núcleos adolescentes la realidad predominante es la
monoparentalidad (59,7%), problemática fuertemente asociada a la deserción
escolar y a la pobreza. Estas muestran un peso mayor a medida que los ingresos
de las familias son menores. Una situación algo distinta se aprecia en el caso
de las familias jóvenes biparentales con hijos (modelo de familia tradicional),
las que encuentran su mayor peso en los quintiles de ingresos medio-bajo
(quintil II) y medio (quintil III), con un 40% del total de familias de cada
quintil (Palma, 2009).
Siguiendo
en lo socioeconómico, el grado de
autonomía de las familias adolescentes y jóvenes esta dado principalmente por
el nivel de ingresos que ellas poseen. Sólo un tercio de las familias
pertenecientes al quintil más pobre de la población pueden ser definidas como
hogares jóvenes adolescentes autónomos.
(Palma, 2009)
Otro
aspecto importante, es la caracterización de las familias adolescentes y
jóvenes, desde su estado civil o conyugal
del jefe/a de núcleo: destaca una gran mayoría de jefes/as solteros (46,6%%),
seguida de una tercera parte de los casos que convive con una pareja. Las
personas casadas, representan menos del 20% de los casos. (Palma, 2009). Este
es un elemento central en el análisis de la familia joven adolescente, las que
se caracterizan cada vez más por el aumento de la soltería y de las relaciones
menos formalizadas en la institución del matrimonio. Por lo que se refiere al
estado civil, casi la totalidad de este segmento se declara soltero. Asimismo,
el 94% de las y los jóvenes pertenecientes a este tramo de edad vive en su
hogar de origen, manteniéndose de esta forma la tendencia observadas en años
anteriores. (INJUV, 2012)
Desde
su integración al sistema educacional
se observan problemáticas como la deserción escolar y el acceso a la educación
superior. La deserción escolar se asocia principalmente con el nivel de pobreza
de las familias, no obstante se asume que en ella también concurren factores de
expulsión del sistema educacional (inadecuación de la oferta educativa) y de
atracción de otros campos (necesidades sociales y de trabajo) (UNICEF, 2000 en
Palma, 2009). En relación al mercado laboral se observa una
precarización de la situación de las familias encabezadas por una mujer,
especialmente de entre en los sectores más pobres de la población.
La
relación entre estudiar y trabajar presenta varias combinaciones. Del total de
jóvenes, el 33% solamente estudia. El 10% del total realiza ambas actividades,
al que se agrega el 5% que estudia y busca trabajo. Es decir, se estiman 645
mil estudiantes económicamente activos. Complementariamente, el 30% de las y
los jóvenes sólo trabaja. Dentro de ese grupo, hay diversidad de situaciones
según el nivel y completitud de los estudios previos. (INJUV, 2012)
Estas
particularidades caracterizarán, a su vez, los elementos conceptuales, los
significados y valoraciones que éstos tengan acerca de sí mismos y de familia.
De este modo es necesario considerar e incorporar la opinión de la población
joven, que tienen ideas y conceptos propios respecto de sí mismos, de sus vidas
y de la familia.
Recientemente
el Gobierno de Chile, mediante el Ministerio de Vivienda y Urbanismo, MINVU, anunció el lanzamiento de una iniciativa
habitacional destinada a familias jóvenes. La iniciativa denominada “Chao
suegra” consiste en un subsidio al que pueden postular familias que contenga al
menos 2 integrantes, parejas solteras, mamá e hijo, papá e hijo, entre otros, haciendo una declaración de núcleo familiar. No obstante, la visibilización y reconocimiento de las Familias Jóvenes constituye
aún un desafío para las políticas públicas. Los esfuerzos pendientes se
orientan a una validación de las potencialidades y vulnerabilidades de las
familias cuyos núcleos son encabezados por jóvenes chilenos, en el contexto social, económico y cultural del Chile actual.
Sibia Salazar Cerna
Trabajadora Social /
Integrante de JxQ