Hemos escuchado muchas veces la palabra globalización... “tanto bien que le hace al país”, dicen algunos... “tanto daño”, dicen otros. Pero me pregunto: ¿La globalización es sólo integración económica?, ¿es sólo diálogo entre los presidentes?, ¿o también tenemos que tomar en cuenta la identidad de cada nación?, ¿y qué pasa con la integración entre los habitantes de las diferentes naciones?
A mi modo de ver, el curso natural de la historia es una continua globalización.
Recordemos que en el pasado había mucha división, diversos reinos, interminables guerras, y un odio que en nuestros días resulta inexplicable. Sin embargo, con el tiempo hemos ido aceptando a otras culturas, hemos ido reemplazando de a poco aquel extremo nacionalismo que no conduce a nada, sino a conflictos bélicos, por una política de integración. La humanidad ha entendido, al fin, que el aislamiento no conduce a nada, sino que, por el contrario, la integración, la cooperación, la solidaridad son las claves para enfrentar el mundo de hoy. Vemos cómo ha ido evolucionando la Unión Europea, la ONU, cómo cada día hay mayor aceptación de integrar tratados internacionales en sus respectivas legislaciones (especialmente en derechos humanos), vemos cómo hemos mejorado las comunicaciones, aumentado la ayuda, la proliferación de la paz (incluido nuestro país con nuestras tropas en Haití), y así sucesivamente entre otros, avanzamos hacia una verdadera globalización. Pero hay algo que anteriormente mencionábamos y que no podemos dejar de lado: ¿qué pasa con la identidad de cada nación?, ¿se ve amenazada? Éste es, sin duda alguna, un tema muy apasionante, pero aportando al debate con una visión crítica me pregunto: antes de que la globalización aumentara sus redes, ¿que tanto valorábamos en nuestros países nuestras raíces, nuestras tradiciones? Me parece una falsedad decir que por culpa de la globalización nuestra identidad se ha perdido. ¿Será tan así? Basta con observar el caso de nuestro país y darnos cuenta que a muy pocas personas le interesan el folclore, lo “nacional”, nuestra historia y aquellos lugares en que han sucedido numerosos hechos dignos de recordar y visitar... e irónicamente... a los únicos que les interesa lo anterior es a los turistas, que por medio de la globalización, viajan más y conocen otras culturas... Reflexionemos también que cuando uno va a otro lugar, especialmente otro país, aparte de volverse muy nacionalista e intentar dar a conocer nuestro país a todo el mundo (pero que luego al volver, no nos interesa participar en nada, como por ejemplo, votar en alguna elección, ¡ni hablar!), lo primero que busca es aprender más sobre lo “típico” de aquel ugar. Vale decir, con el aumento del turismo nos hemos preocupado de buscar y dar a conocer nmás nuestras raíces. Sé que lo anterior puede sonar muy desconcertante, sin embargo, creo que tenemos que ser activos, críticos de nuestra realidad y no pasivos y aceptar todo lo que no dicen los medios de comunicación y quedarnos con tan sólo una visión. Tenemos que aportar también nosotros los jóvenes por medio del debate nuestra visión.
¿Y qué pasa con Latinoamérica?, tenemos que una vez por todas eliminar el resentimiento, la arrogancia que tanto daño nos hace, que en los libros de historia no se enfatice a los ganadores y perdedores de tal guerra, sino que se enfatice el hecho de que la guerra es lo peor que puede ocurrir, y que si bien nuestros antepasados cometieron el error de llegar a tal situación, nosotros seremos más inteligentes y evitaremos cualquier conflicto armado o guerra. Claro, cada país tiene sus diferencias, como es natural entre los seres humanos, pero nunca para llegar a la violencia. Tenemos que llamar a la integración, mejorar la condición de inmigrantes, acordarnos que antes que nada un ecuatoriano, brasileño, peruano, boliviano o argentino es un ser humano. Tenemos que darles un trato digno, demostrar que los chilenos somos realmente solidarios. Basta de nuestro doble estándar, donde por un lado criticamos que a muchos latinoamericanos los miran en menos en Europa o en EE.UU., pero por otro lado nosotros tratamos igual o peor a los habitantes de nuestros países vecinos.
¿De que sirve querer que Chile sea un país desarrollado si nos llevamos mal con nuestros tres vecinos? Ciertamente que en el futuro nuestros hijos se reirán de nosotros al pensar que sólo basta lo económico para autodenominarnos “desarrollados”. Estaríamos obviando tan sólo unos pocos “detalles”, tales como que aparte de lo económico, necesitamos integración en educación, en política, en cultura y en lo fundamental, entre nuestras sociedades.
Necesitamos una verdadera integración, que la Comunidad Sudamericana de Naciones no sea sólo un par de reuniones entre autoridades, sino efectivamente entre “naciones”, tal como dice su nombre.
Necesitamos también que entre nosotros los jóvenes, haya más integración, eliminar el odio infundado por la ignorancia, el no permitir que nos manipulen con la xenofobia para ganar unos votos. Tenemos que dejar atrás el individualismo, la arrogancia, el revanchismo, el odio y reemplazarlo por integración, solidaridad, cooperación, entendimiento, paz.
Poseemos los jóvenes dones a los cuales a veces no les damos la importancia que tienen, y es el ser críticos con nuestra sociedad, el mantener un idealismo vivo en nuestro interior y no dejar que éste se apague tan fácilmente, el ver las cosas con menos prejuicio, el tener el coraje de lanzar un grito de disconformidad cuando vemos que algo nos parece injusto. Concluyendo con el tema de Latinoamérica quisiera realizarles la siguiente pregunta: ¿cuánto sabemos de Argentina, Perú o Bolivia?... ¿poco?... ¿nada? ¿Cuánto sabemos de EE.UU., o de Europa? Ciertamente que la comparación da a luz un resultado que merece, aunque sea, una breve reflexión por parte de nosotros. Aquellos que odian a algunos de nuestros hermanos y vecinos, como por ejemplo, a los argentinos, sería bueno que recordáramos la loable alianza entre O’Higgins y San Martín entre otros múltiples sucesos que demuestran nuestra tradición de integración que en algún momento se quebró... y a aquellos peruanos que odian a los chilenos, no olvidemos que nuestros próceres buscaban la liberación de Latinoamérica y, en cumplimiento de lo anterior, O’Higgins envió una expedición libertaria al Perú para que se independizara del gobierno español… . En mi opinión, la integración entre las naciones es lo mejor, no estoy en contra de la globalización, ni creo ciegamente en ella, y a su vez creo que no podemos tener como objetivo un determinado territorio, sino que tenemos que ser capaces de darle cabida a todos. La clave está en sobrepasar la tolerancia y buscar una verdad sociedad pluralista. ¿Qué hacer en lo concreto?, por mencionar escuetamente algunas ideas creo que es necesario reformar la enseñanza en nuestros establecimientos educacionales, hay que darle un enfoque que privilegie la integración entre las naciones, especialmente en la enseñanza de la historia, tenemos que perseguir una visión critica de la historia, no una historia arrogante o revanchista. Junto con lo anterior es necesario formar a los jóvenes con suficiente conocimientos de su propio país y también de sus países limítrofes, a fin de lograr un mayor entendimiento y cooperación desde jóvenes; hay que fomentar el intercambio estudiantil entre las naciones, no sólo entre universitarios, sino que también incentivar aquello a nivel de estudiantes secundarios. Ciertamente que el vivir en otra cultura, aceptarla y entenderla vale más que memorizar cientos de fechas, batallas u otros acontecimientos del respectivo país; tenemos que aumentar la información con respecto a las organizaciones que fomentan la integración (ONU, OEA, Comunidad Sudamericana de Naciones, etc.) entre los jóvenes y población en general y continuar con una política exterior de integración y no de “aislamiento”. ¿Te has preguntado sinceramente por qué hay tantos escollos con una integración sudamericana?, ¿será porque la sociedad no lo desea o porque sus “representantes” no tienen la voluntad política?
Daniel Bravo.